La carta del último hombre vivo
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Mi nombre es Demian, carezco de apellido.
El polvo eclipsa mi perspectiva, registro cuanto mucho 10 metros en frente y 10 de costado, como entenderán desconozco mi ubicación, cuanto mucho puedo decir que escribo desde una cueva seca en una montaña rocosa sin vida alguna.
Hace tiempo ya que la bruma, el polvo y la tempestead secaron la luz, no registro tiempo ni fecha, verán, luego de unos años así los relojes pierden sentido, no existe esa antigua concepción del día a día, simplemente tratas de ser un superviviente, algunos lo asimilan y otros se entregan a la locura ¿qué harías tú? Consigno estas letras y se las dejo al viento no esperando más que dejar memoria sobre una especie capaz de llegar a un resplandor tan brillante como un sol (…) pero efímero (…) me gustaría presentarla como una especie que podría equipararse más con los dioses que con cualquier otra forma de vida que hayamos conocido (…) pero mentiría (…) un virus perfectamente podría compararse (…) hablo de los seres humanos.
Vivíamos en una bella esfera sostenida por la magia del Universo, con tantos colores y formas de vida que tardamos milenios para estudiarlos y registrarlos a todos, nos hicimos de la corona de este mundo cuando conquistamos el fuego, después de ese momento toda forma de vida, todo elemento, cada rincón de tierra y de mar (…) hasta la última molécula de este planeta era nuestra (…) soberanos y magnánimos de bestias nos convertimos en dioses.
Es allí donde aparece el principio de nuestro delirio (…) de leyes naturales pasamos a leyes artificiales, si la roca caía al suelo nosotros podíamos hacer que cayese al cielo. Con tal poder hicimos todo cuanto nuestro ego quiso; prolongamos la vida marchita del abuelo, nos hicimos alas y conquistamos los cielos, copiamos el aliento de un bebé recién nacido, construimos a voluntad todo tipo de máquinas para sumergirnos en la autocomplacencia.
Queríamos mirar a Dios desde arriba y decirle, tranquilo hijo “Yo me encargo” Pero ahora, después de vernos cara a cara con la victoria y saludarla besando la cúspide de nuestras capacidades, os cuento amigos (…) ya no nos queda nada, ni vestigio de gloria ni memoria.
Un día después de ser dioses el destino dijo “BASTA” y empezó este cataclismo, no fue sorpresa, vivíamos día a día con el presagio maltrecho de miles de héroes decapitados por el ego de nuestra raza, créeme si digo que si cuando destino dice “ALTO” no existe nada que lo detenga, no existe máquina alguna capaz de hacerle frente.
En un pacto unánime entre naturaleza y destino los elementos se alzaron en tempestad como leviatán (…) fue sólo por un instante (…) lo suficiente para dejarnos frente a nuestra propia naturaleza, entonces empezó la guerra (…) luchamos durante años por reclamar los pocos recursos que quedaban, los ricos se hicieron pobres, los pobre en guerreros se convirtieron (…) Siendo dioses volvimos a ser bestias y como bestias vivimos, deambulando por la carroña de las civilizaciones agonizantes (…) y luego llegó el silencio, la calma que precede la tempestad fulminante, el destino volvió con furia, garras y colmillos (…) los ríos dejaron de correr, los mares se secaron, los desiertos se hicieron infiernos, los bosques polvo (…) la vida un privilegio.
Quisiera culpar al Universo por conspirar en nuestra contra (…) pero la verdad amigo eso sería otra forma de ocultar nuestra culpa, mi especie padece de un cáncer llamado ego; la enfermedad de la autocomplacencia cuyo principal síntoma es la avaricia, enfermos somos capaces de destruir una montaña buscando piedras de oro, somos capaces de extinguir una especie entera para adornar con su piel nuestras vestimentas o construir armas capaces de destruir en un segundo lo que naturaleza tardo eones en construir (…) pues bien (…) eso hicimos (…) eso y mucho más. Y lo siento (…) lo siento mucho.
Aun así y con vergüenza quiero contarles algo más (…) conocimos el amor (…) la bondad (…) fuimos capaces incluso de imaginarnos la felicidad (…) si tan sólo no hubiésemos aferrado con fuerza a nuestra forma más pura estoy seguro que las mariposas no habrían perdido vuelo, si nos hubiésemos sentado cara cara con la naturaleza y le hubiésemos dicho gracias, un simple “gracias”, quizás le estaríamos contando la historia a nuestro hijos sobre como la humanidad dio su paso más grande y le entrego a la naturaleza la custodia de su psicología. Quizás si hubiésemos abandonado la idea absurda de un futuro inmediato y metálico de coches en el aire y tele-transportación (…) y lo hubiésemos imaginado más verde, más humano, más limpio, más puro (…) quizás seguiríamos surfeando las olas mientras Cristina hace un picnic en la pradera.
A cualquier inteligencia que logre entenderme le dejo esto (…) el legado de mi especie, un legado simple que nos costó un planeta entero:
Amen (…) en cada oportunidad que tengan AMEN (…) no existe arma más humilde y poderosa para destruir el egoísmo que el AMOR (…) no es el poder ni mucho menos la riqueza lo que nos hace libres, son los sentimientos puros y los ideales nobles lo que nos acerca a la felicidad (…) RESPETA LA VIDA EN TODAS SUS MANIFESTACIONES, merecer la extinción es un mérito digno de los egoístas.